Lo perfecto es enemigo de lo bueno

Jueves 22 de diciembre. Navidad a la vuelta de la esquina y yo como siempre no he comprado nada todavía. Es ahora o nunca: tengo una hora para comprar lo máximo posible. En la esquina, han abierto hace poco una nueva lencería. En el escaparate, veo un pijama que me gusta. Entro, le echo una ojeada ultra rápida, le digo a la dueña que me lo llevo y le paso mi VISA.
―¿Te lo envuelvo para regalo?
―No, no, no hace falta, es que tengo prisa. Ponlo en la caja y ya lo envolveré yo.
―¡Pero si no me cuesta nada, mujer!
―Que no, que no, que me lo llevo así.
La señora va a buscar la caja y mete el pijama.
―Mira, sabes qué, le pondré una hojita de papel de seda, así quedará muy bonito.
De debajo del mostrador coge una hoja de papel de seda de color crema.
―Huy, no sé….
Se mete en la trastienda y vuelve con otro de color blanco.
―¿Cuál prefieres?
―Me da igual, de verdad, el que quieras.
―Yo creo que el blanco queda bien.
―Pues el blanco.
―Lo que pasa es que con el blanco no destaca.
―Pues el otro.
―O si quieres lo pongo en una bolsita de celofán así no se te arruga, y ya de paso te lo envuelvo.
―Mira, de verdad, es que tengo prisa.
―Yo te lo digo porque es que te quedará mejor, ¿sabes?
―Ya, pero de verdad, no pasa nada, ponle el papel blanco y andando.
―Bueno, le pongo el papel y te busco el celofán. Así quedará más mono y no se te arrugará tanto, mujer.
―¡Que no hace falta!
A regañadientes, acaba de colocar el pijama, cierra la caja, le pone celo, y con extremo cuidado la mete en una bolsa de papel.
―Me sabe mal. Se te va arrugar. Mejor llévalo así planito, para que no se te estropee.
Por Dios, ¡ni que fuera un pastel de crema!
―Vale, que sí, haré cuidado.
―¿Te pongo una florecita?
―¿Cómo?
―Sí, mira.
Me enseña una florecita dorada, tan grande como la caja. Es tan cursi que me la quedo.
―Ponme la florecita.
―¿Ves qué bien? Y te doy papel para que lo envuelvas. Y una cinta. Y ahora te traigo una etiquetas de Feliz Navidad. Bueno varias, por si te equivocas.
¿Por si me equivoco de qué? ¿De etiqueta o de Navidad?
Se vuelve a la trastienda. Viene con las etiquetas, el papel, la cinta, la florecita, lo pone todo en la bolsa y me lo entrega como si fuera un plato de cristal de bohemia.
―Toma, ten cuidado.
―Que sí....
―Es que soy un poco perfeccionista ¿sabes?
Coge la VISA, la pasa por la máquina y me entrega el ticket y el recibo.
―¿Te los pongo en un sobrecito?
¡Por cierto, Feliz Navidad!

CA de Kilo

De un tiempo a esta parte, las empresas de mensajería permiten hacer múltiples gestiones online. Se acabó eso de rellenar el impreso a mano como hacía yo en mis tiempos de envíadora. Ahora hay un sistema informático la mar de eficiente, donde todo viene casi casi mascado para optimizar el tiempo de todas las partes. O no…
Me entra una llamada de María Paquetes:
―El paquete que me has dejado para mandar a San Diego CA USA por DHL, eso qué estado es, ¡¡¡es que no lo has puesto!!!!
―Sí que te lo he puesto, CA es de California.
―Ah, que San Diego es California, no lo sabía.
―Sí. Y USA es Estados Unidos....
Al rato, vuelve a llamar.
―Pero ¿eso es California del Norte o California del Sur?
―Hombre, creo que San Diego está al sur pero tanto como para que salga California Sur, no sé yo...
―Bueno, dime qué pongo, que en el ordenador tengo que poner California del Norte o California del Sur. ¿Sabes cuál es?
―Pero a ver, ¿me estás diciendo que el sistema te da esas dos opciones?
―Sí.
―¿Lo estás mirando bien? Mira que no existen dos estados de California…
―¡Que sí! Que lo dice el cacharro este.
―A ver, ¿qué dice el cacharro exactamente?
―Pues mira: CA Norte y CA Sur.
―Ah bueno, es que este CA es de Carolina, que ahí sí que tienen norte y sur.
―Ah sííí, ¡¡es verdad!! Ahora veo que hay CALIFORNIA, pues no lo había visto.
―Ya...
―Así que CA es Carolina.
―Sí, Norte y Sur sólo hay ese.
―Vale, vale. Me lo apunto.
A los tres minutos, vuelve a sonar el teléfono.
―Oye, que me has mentido.
―¿¿¿Yo????
―Sí. También hay Dakota del Norte y Dakota del Sur.
―Ya, pero no empieza con CA.
―Pero tú me has dicho que sólo había Carolina del Norte y Carolina del Sur, y no es verdad. ¿Ahora qué hago?
―¿Cómo que qué haces? ¡¡Pues mandar el paquete y dejar de tocarme las narices!!

Pastelera indirecta

Entro a desayunar a una pastelería panadería, con una gran oferta de todo tipo de bollos a cual más engordante.
―¿Qué te pongo?
―Un cortado y ….a ver qué hay…. un croissant.
―Muy bien, ahora te lo llevo.
Me siento a leer el periódico.
―¿Cómo quieres la leche?
―¿La leche? Natural.
―Sí, ¿pero descremada o normal?
―Normal.
―¿Sacarina?
―Ehh, ¡no! Azúcar.
Sigo leyendo mi periódico:
―Oye, que croissants no tengo.
―¿Cómo que no tienes?
―Que croissants ya no me quedan, si quieres uno pequeño…
―¡Pero si ahí tienes un montón de croissants!
―Ah bueno, pero son de mantequilla.
―Ya, pues eso.
―Pensé que querrías de los normales.
―No, no. Quiero uno de esos.
¿Me habrá visto gorda?

Fotochop para estiticistas

Al lado de mi trabajo hay una esteticienne, pesada como ella sola que no para de hablar, y en vez de depilar pelos parece que te esté depilando el cerebro. Cerebro ella, no tiene mucho.
Ahora tiene en promoción la "LipoCryo", para eliminar michelines y otras construcciones adiposas. Para convencer a las posibles clientas, ha hecho un "catálogo" de fotos de antes y después de víctimas anteriores.
La esteticienne hace gala de sus conocimientos con el ordenador:
―Mira, ven que te lo enseño , que tenemos aquí todas las fotos. Por ejemplo esta chica tenía aquí un michelín enooooorrme y mira lo maja que está ahora, la mitad del michelín ha desaparecido.
―¿Y la otra no?
―Es que a ella le hace falta otra sesión.
―Ah, ya veo. Pues qué bien.
―Y mira.... a ver si puedo abrir esta otra foto…. cómo se hacía…. ¡¡Ya está!! Ves, aquí también se vé muy bien, ¿ves las cartucheras éstas tan feas que tenía esta señora? Mira la diferencia (y amplía la foto para que se vea mejor).
―Ya veo ya, bueno, me lo pensaré. Hasta otra.
―Sí, piénsatelo, que esto es una maravilla. ¡Vamos a morir del éxito!
Salgo por la puerta y en ese momento oigo que dice:
―!Estoy más contenta! ¡Me estoy haciendo una experta en esto del Photoshop!

No mentirás

El último día en mi clase de Pilates, la recepcionista del turno de vacaciones se empeñó en llamarme Marta. La corregí pero no me oyó. Y la nueva instructora tampoco, así que durante toda la clase machacó a una tal Marta que, pobrecita, lo hacía fatal: ―Marta, estira los brazos. ―Marta, relaja hombros. ―Marta, ombligo dentro.
¿Para qué molestarme en decírselo? Con corregirme a mi misma ya tenía bastante.
Pero ayer tuve que llamar al centro para pedir un cambio de horario.
―Hola, necesito que me mires si puedo cambiar mi hora.
―Muy bien, ¿quién eres?
―Soy M.
―¿Quién?
―M.
―Hmmmm ahora mismo no te ubico.
―Que sí, M., que vine el sábado por la mañana.
―No, no, no sé.
―Que sí, que estuvimos hablando de las vacaciones….
―Anda, pero si de las vacaciones hablo con todo el mundo.
―Ya, claro…. Bueno, pues …hmmmm
¿Y ahora cómo le digo que me estuvo llamando Marta todo el rato y que pasé de corregirla?
―Oye, búscame en el ordenador, ya verás cómo sí que estoy.
―Pues no, porque ahora mismo está bloqueado, lo tendría que mirar en la libreta y la verdad, no me suenas.
―Pero si te digo que vine el sábado.
―No sé, viene tanta gente… y en la libreta no sales, no. ¿Seguro que viniste el sábado?
―Que sí, que vine el sábado, a las 11.
―A ver, déjame ver quién estaba a esa hora…. Aquí pone Elvira, Sonia y Marta, que se apuntó en el último momento.
―¡¡Esa, esa soy yo!! Es que yo creo que te equivocaste y me pusiste Marta, pero me llamo M.
―¡Qué va! Pero si yo sé perfectamente quién es Marta.
¡¡No me lo puedo creer!!
―Mira, ¿sabes qué? Luego me paso.
Es eso, o irme al Registro Civil a cambiarme el nombre.

Gente ocupada

Recibo un SMS de mi amiga Puri: Cenamos pasado mañana? Necesito consultarte algo.
Respondo: OK, no hay problema. Llámame y quedamos.
Ringgg: al día siguiente, suena el móvil. Estoy de trabajo hasta la punta de las cejas pero lo cojo porque es ella.
―Hola Puri.
―Hmm…. Hola.
―¿Qué tal?
―….
―¿Puri?
―Dime. ¿Qué?
―Bueno, dime tú. ¿No querías quedar mañana?
―…
―¿Eo?
Ruidos…. Es que estoy muy liada ahora mismo.
―Ya, yo igual.
―….. Sí…
―Sí ¿qué?
―Qué sí, que ya lo sé, pero es que estoy muy ocupada.
―Ya, pero es que yo diría que me has llamado tú, y no al revés.
―Buff. No sé…. Es que …. Pfff. Oye, mira, me pegas un toque cuando puedas, vale, mañana temprano o así.
―Que te pegue un toque. Yo. A ti. Cuando pueda.
―Sí, que es que voy muy liada y no me va bien hablar ahora, ¿sabes?
―Vale, mira, me lo apunto en el Outlook ahora mismo:. “A las 10 o así, si puedo, pegar un toque a Puri para preguntarle si le va bien hablar para que ella me llame para ver si quedamos porque quiere consultarme algo".

Hay gente difícil….

Súper Abuela

Los fines de semana vamos a desayunar a un bar de toda la vida, de los que siguen regentados por los dueños de siempre, en este caso una familia catalana, con el padre, la madre y dos hijos.
El sábado pasado, mientras degustamos unos estupendos bocatas de tortilla a la francesa, se sientan tres guiris jovencitos absolutamente pasados de rosca, con una pinta de no haber dormido en 48 horas, uno con una camiseta de la bandera americana, otro con una bandera americanas a guisa de camiseta, y el tercero sin bandera ni camiseta. Encima de la mesa, dejan una botella de cava que acaban de comprar en el súper. Sale a atenderles la dueña, una señora de 70 y tantos años, muy afable y dicharachera, que normalmente está escondida en la cocina:
—A ver chicos, ¿qué os pongo?
El más sereno de los tres, el de la camiseta, chapurrea en castellano:
—Una bocadilla de bacon, un otro de hamón, y un otro de queiso.
—Y de beber, jeje, veo que vais servidos ¿eh?
—Oh sí, sí.
—Muy bien, pues ahora os traigo los bocadillos pero os quiero tranquilitos, que este es un barrio muy tranquilo y aquí la gente viene a desayunar y no hacer el gamberro, ¿de acuerdo? No quiero ni oiros, y tú, jovencito, siéntate bien que esto no es una hamaca.
—OK, no preocupar. 
—Pues venga, a ver si es verdad. Os estáis calladitos y no quiero oir ni un sólo grito.
La señora se vuelve a la cocina. Los guiris se han quedado de pasta de boniato. No se esperaban un broncón semejante estando de vacaciones. El que va sin camiseta se queda traspuesto. La mujer sale al rato con los bocatas, los deja en la mesa y le pega un toque al que duerme:
—A ver, tú, niño, despierta. Ya te lo he dicho antes: aquí no se viene a dormir. Desayunas primero y luego si quieres te vas al banco y te duermes, pero aquí no, que esto no es el salón de tu casa,  y si tienes sueño, te aguantas.
—Eh..yes, yes, sorry. Nosotros bien, no pasa nada.
—Ah sí, pues venga a comer. Y nada de hacer porquerías ni de armar follones. Os estáis calladitos, os coméis el bocadillo que os hacen falta vitaminas, reponéis fuerzas, eh, que claro jeje, que si no habéis dormido en toda la noche cómo vais a estar, que os caéis al suelo, pero en mi bar o os comportáis como Dios manda o os marcháis.

Después de semejante bronca que les han cascado, la bandera imperialista ya no lo era tanto.

Eufemismos

La carnicería del barrio se caracteriza por una atención al cliente excesiva. Eso da lugar por un lado, a conversaciones cliente-carnicero de duración indeterminada, y por otro a largos momentos de espera,  que utilizo para tomar nota y evtar ponerme nerviosa.
Hoy cuando entro están atendiendo a la típica familia plasta, compuesta por papá-polito, mamá-falda-plisada y niño-zapatos-de-charol, la familia de manual de la familia perfecta. Ella está visiblemente embarazada y la carnicera se ha percatado:
―Oye, ¿no me digas que estás en estado de buena esperanza?
(=Espero que sea una barriga de embarazada y no de gorda...)
―Pues sí, sí. Lo estábamos buscando desde hacía meses no te creas, que ha costado lo suyo eh, y por fin ha salido.
(=Hemos estado dale que te pego, que este me tenia harta ya, anda que no tengo yo cosas qué hacer, y va y me quedo preñada)
Oye, pues qué alegría me das, de verdad. A ver si os toca la parejita ¿eh?
(=Ya, y a mi qué que estés embarazada, cacho cursi. Ah no, que el comentario cursi es mío)
Sí, sí, la parejita, me haría una ilusión tremenda.
(=Con lo insoportable que está el niño, las ganas que tengo yo ahora de tener una niña. Preferiría una piedra pómez)
―¿Y cuándo das a luz?
(=¿Y cuándo me empezaréis a comprar doble ración de hamburguesas?)
―Pues a finales de Septiembre. ¡Y que Dios nos coja confesados!
(=Vaya verano de mierda me espera)
Mujer, no te preocupes, ya verás. Que tienes un marido muy majo.
(=Mujer, preócupate, que te veo yo un poco p'allá y a tu marido un poco parado)
Ya, no, si lo digo por la crisis, que como yo no trabajo todavía y sólo hay un sueldo en casa...
=(A ver si te enrollas y me haces un descuento....)
Bueno, ya sabes lo que se dice, que los niños vienen siempre con un pan bajo el brazo.
(=Mira guapa, que te pases por la panadería a llorar un poco y a mi me pagas las chuletas, que yo no le fío ni a mi padre).

Imposturas

Llamo al médico para pedir que me anulen una cita y marco el mismo teléfono que marqué ayer cuando la pedí, un fijo normal y moliente.
—Aquí no es. Tiene que llamar al 902 5…
—Pero un momento, no puede ser. Si llamé ayer y era este teléfono al que acabo de marcar.
—Huy, eso es imposible.
—¿Cómo que imposible, si lo estoy viendo en su página web y dice “Citas por teléfono: 93 xxx”?
—Pues no, porque yo no tengo dónde pasarle. Yo no sé quién la atendería el otro día pero aquí no es.
—Pues me atendió un chico a la primera, y no creo que fuera un impostor, la verdad.
—A ver, yo no lo sé si era un impostor o no lo era, porque ya le digo, desde aquí no puedo pasarle a nadie porque esto es la centralita.
—Pues  vaya centralita más útil.
—Lo que quiero decir es que yo no puedo saber a quién busca, porque no tengo esa información.
—Ya se lo digo yo. Páseme con el despacho del Doctor Gutiérrez que está en la planta 3, según me dijo el supuesto impostor.
—Ah pues ya ve, en la planta 3 no le puedo pasar a nadie.
—¿Ah no? ¿Y eso por qué ? ¿No hay planta 3 o no hay nadie?
—Sí hay planta 3 pero ahí no hay nadie.
—¿Y ud cómo lo sabe?
— Porque lo sé, porque no hay nadie.
—¿Y en la planta segunda?
—Tampoco.
—Y ahora me dirá que en la centralita tampoco hay nadie.
—Oiga señorita....
—A mi me parece que la impostora es usted pero bueno, mire, déme el número que me iba a dar y acabamos esta absurda conversación.
Me da el número 902. Marco. "Bienvenido al sistema de citas telefónicas de la Clínica del Santo Milagro".  Hmmm, la verdad es que esto me suena....

Las noticias del día

Voy a desayunar a mi pastelería de siempre con el periódico en la mano. Me enfrasco un rato a leer el periódico de hoy y cuando acabo de comer me levanto para pagar. La camarera tiene mocos y mientras espero a que se suene, sigo pensando en todo lo que acabo de leer. Acaba de sonarse y me dice:
―Té con 20.
Abro el monedero. ¿Qué ha dicho? ¿Té con 20? Japón lucha desesperadamente para evitar una nube radiactiva, qué horror. ¿Qué es té con 20? ¿Yo me he tomado un té? La ONU se ha decidido a actuar en Libia. Por fin, ya era hora. Pero si me he tomado un bocata y café, más bien un cortado... ¿Té con 20? Será café con 20… Torrente 4 bate récord de taquilla, hay que ver... Té con 20, té con 20.... ¿pero con veinte qué? ¿con veinte bocatas? pero si solo me he comido uno, ¿de qué me habla esta mujer?
―¿Perdón? ¿Cuánto ha dicho que es?
―2 € el bocadillo y 1,20 € del cortado. Tres con veinte.
Aaaahhh, claro claro. Dónde tendría yo la cabeza...

Educación

Los días en que estoy de mala leche son caldo de cultivo a que todo me moleste.
En el autobús, me siento al lado de un señor. Al rato, dobla el periódico que está leyendo coge sus cosas y emite un sonido ininteligible.
—Grrrr pffmf.
—¿Qué quiere? ¿Que le deje pasar? Pues dígalo hombre, no hace falta que me gruña como si fuéramos osos en la caverna.
Joder, que no es tan difícil ser un poco amable. Que para eso hemos aprendido a hablar, digo yo.
El señor se baja. Un niño pequeño, casi un bebé, balbucea sentado en su carrito. Todo lo que ve y sabe decir, lo dice: mamá moto, mamá pato, mamá bus, mamá todo. Un poco pesao el niño este, que se calle ya.  Pero cuando la mamá coge el carrito para bajar, el bebé abre las dos manitas para despedirse de la concurrencia.
—Adiós adiós.
¡A ver cuánto le dura la educación!

Efectos del alcohol

Conversación en un bar con camarero-dj-limpiador:
—Oiga, ¿de cuándo es esta versión de Police y Frank Sinatra?
—Huy disculpe, es que con la de cosas que estoy haciendo, tengo dos discos puestos a la vez y no me había dado cuenta.

Alcohólicos de granja

Después de una paella para cuatro, algo dudosa, regada con varias botellas de vino y una de cava, entramos en un bar vacío a tomar algo. Un hippy trasnochado, mezcla entre Papá Noël y Chanquete, deja el periódico que está leyendo y hace amago de atendernos, con la tipica cara de qué quieren estos pesados, con lo bien que estaba yo aquí tocándome la pera.
—Yo quiero un café y un agua.
Café no hay, sólo servimos alcohol. Y agua sólo sin gas, con gas no hay.
Buenoooo, vaya malas pulgas se gasta el hippy. Da igual, haremos unos chupitos.
—Pues entonces un gin tonic de Hendricks.
—Y yo un chupito de Cutty Sark con hielo.
—Cutty Sark no tenemos.
—Pues de Bells.
—Tampoco. Aquí sólo tenemos de Macallan para arriba.
Vaya. Ya he quedado como una pobretona, pero claro, yo partía de que quería un cafe descafeinado.
—¿Absolut tienes?
—Sí.
—Pues un Absolut con naranja.
—Naranja no tenemos. Aquí sólo tenemos alcohol puro, nada de naranja. Si queréis eso, mejor que os vayáis a otro sitio. Aquí sólo alcohol y por lo que pedís, vuestro sitio es una granja.
Claro, claro, la típica granja de desintoxicación de naranja.
—Mire, sabe qué, no se preocupe, siga leyendo el periódico que nos vamos. 
Nos levantamos del bar muertos de la risa: a nosotros que íbamos más bien cocidos, nos ha tratado como si fuéramos Heidi. Ni que hubiéramos pedido leche con colacao. Salimos del bar bajo la mirada despreciativa de Papá Noël.
—Adiós señor hippy. Que le vaya bien el negocio este tan lleno que tiene. Es que ahora una copa de metanol como que no nos va.

Mega súper experiencia

Estoy yo tan ricamente en Uñas Juana cuando a la chica que está a mi lado le suena el móvil a todo trapo. Contesta immediatamente, y se pone a charlar con una amiga.
―Hola guapísima. Sí, volví ayer. Ha sido mega fantástico, fabuloso, fenomenal. No te lo puedes NI imaginar.
(Hmmm, esta chica se ha ido de viaje y acaba de volver. ¿A dónde habrá ido que está tan contenta?)
―Ha sido una pasada, de verdad, me lo he pasado ufff de miedo, una cosa súper increible.
(¿Será un viaje a la India? ¿Un safari en Tanzania? ¿Una expedición al Amazonas?)
―Te lo cuento cuando te vea, vale cariño, porque han sido como varios días y ahora no puedo extenderme, sabes, pero de verdad, te lo juro nena, he alucinado, lo he flipado tanto tanto que creo que no soy la misma.
(Definitivamente, tiene que ser algo muy exótico. Quizás haya dado la vuelta al mundo.)
―Sí, cariño, una experienciaaaa pfffffff, total. Estoooy, que no me lo creo todavía, como si todavía estuviera allí. Una pasada. Estoy flotando...
(Si “todavía está allí”, entonces no puede ser la vuelta al mundo. Definitivamente, se trata de algo más místico, la India quizás, o Machu Picchu, o ha pasado un mes en un templo budista. Claro que si está "flotando" igual era una isla, o no, eso suena más a mar, el Caribe, Bali, las Maldivas,...).
―Sí, guapa, estoy a-go-ta-da, de verdad. Ahora me estoy haciendo la pedicura, pero no las uñas eh, es que tengo los pies des-tro-za-dos y me estoy haciendo un masaje, que lo necesito, sabes, que jamás jamás había hecho algo así.
(Ah, noo, ya lo tengo. Ha ido hecho trekking por Nepal o por el Himalaya y por eso está tan des-tro-za-da)
―Me duele todo, casi no puedo moverme. Luego me iré a casa, necesito como un poco de tranquilidad después de tanto ruido. Piensa que no duermo desde el jueves, ¿sabes cariño?
(¿Cómo que ruido? Pues entonces al Himalaya no es, y el Nepal menos... Y si no ha dormido, pues no entiendo, ¿será que tiene Jet Lag?)
―Sí cariño, nos vemos el finde y te lo cuento todo todo. Lo vas a flipar. Y a ver si un día vamos juntas, eh, porque, de verdad, te lo juro nena, como experiencia discotequera ha sido lo más de lo más.

Ganas tengo

Los viernes a mediodía voy a un bar restaurante de toda la vida, de los pocos que quedan en el barrio no regentados por chinos. La parroquia es la habitual, se nota a la legua por la confianza que reina en el ambiente.
Un cliente se acerca a la barra a hablar con la camarera:
―¿Y la cañita que te he pedido antes?
―Esperaaa, que ya vooooy.
―Sé de uno en mi pueblo que se murió de sed…
―¡Oyeee, no te me vayas a poner nervioso eh!
―Que yo no he dicho nadaaaaa, ¿he dicho yo algooo?
―Que yo también me pongo nerviosa viéndote esperar y no voy allí a tocarte las narices.
Una pareja que ha llegado antes que yo también se queja:
―Laura, ¡que te hemos pedido dos cafés hace 20 minutos!
―Pues si no tenéis paciencia os vais sin beber, que yo cuando voy a un bar estoy calladita y me espero lo que haga falta.
Justamente a un trabajador de la construcción visiblemente nervioso, que lleva ahí más de media hora, se le agota la paciencia por momentos.
―Oye Laura, ¿y mis bravas?
―Tus bravas cuando yo pueda. Y no me metas prisa que yo no tengo ninguna.
―Ya, tú no, pero es que yo tengo que volver a trabajar antes de las dos.
―Pues a esperar un ratito y a callarse, que con estos gritos que pegas el jefe va a decir que no soy productiva.
Por algún extraño motivo a mi casi siempre me sirve bastante rápido. Estoy intentando calcular cuánto tiempo hará falta para que me trate como a uno más.

Punta Cana

Otra vez me toca ir a la peluquería y me toca la misma peluquera que la vez anterior. A ver qué me depara hoy.
—¿Qué te vas a hacer?
—Teñir y cortar.
—Teñir, muy bien. ¿Tienes ficha?
—Sí, varias....
Se va. Al rato, vuelve con el tinte.
—Oye, pues tienes bastantes canas.
—Es que me crece muy rápido el pelo.
—Claro, porque a ti te debe crecer por la raiz en vez de por las puntas.
Sí, bonita. Y a ti el cerebro te debe crecer por los pies.

Sin dirección

Dejo un sobre para enviar por mensajero con la siguiente dirección: Avenida de los Madroños 13, 4-3ºA.
Al cabo de un rato, me llama María Paquetes.
Oyeeeeeeeeee, ¿el sobre que tengo que enviar por mensajero es avenida de los madroños trece cuarto piso tercero A?
Hmmm pues sí, ni más ni menos.
Ahhh, es que no estaba segura.
Claro, claro, no estaba segura. Era muy fácil pensar que podría ser avenida de los madroños, madroño trece, cuarta rama, tercera hoja, fruto A.

Averías inteligentes

Dicen que debido a la crisis, el número de personas que opta por reparar sus electrodomésticos en vez de comprarse uno nuevo, como alegremente habrían hecho antes, ha aumentado de manera considerable. ¿Seré yo una de estas personas? En cualquier caso, me encuentro en un centro de reparaciones que está petado de gente haciendo cola, con bolsas de todo tipo de tamaños y cables eléctricos asomando. Los dependientes van a saco para poder atender a tanta gente. Qué bien. Esto va a ser un criadero de perlas para TONTR:
Una cafetera que escupe más agua que café.
Un minipimer que puede hacer mayonesa, pero no puede hacer puré.
Una embarazada que se lleva un horno a cuestas más grande que su barriga.
Una señora que trae su olla express pero resulta que no se ha leído las instrucciones.
Una thermomix que ya no revoluciona la cocina, sino que es la cocinera la que se ha revolucionado.
Una plancha de pelo que planchaba muy bien hasta que dejó de planchar.
Una tostadora que se traga el pan y devuelve carbón.
De repente, la perla máxima:
-Señora, que esta estufa funciona perfectamente. ¿No lo ve que calienta?
-Pues en mi casa no calienta.
-Ponga la mano encima, a ver si calienta o no calienta.
-Hmmm, pues sí. Pero en mi casa no lo hace.
-Pues ya ve que aquí sí.
-Claro, esto es la típica avería inteligente.
-¿Cómo dice?
-Pues eso, lo que le digo, una avería inteligente. La típica avería que cuando se encuentra con el profesional cualificado deja de existir. Y cuando vuelve a casa, de nuevo no me funciona el aparato. Inteligente, ya le digo.
-Claro, claro... Y para ser la cuarta vez que nos trae el aparato, está claro que el inteligente también es el aparato....

Pizza para todos

Sentados en la barra de una pizzeria, esperando a que nos toque la mesa. Supuestamente, hay una lista de espera. La dueña está detrás de la barra cuidando del negocio, y la camarera va y viene entre las mesas. Se arma un pequeño lío:
—Oye, a ver, la mesa de Bárbara ¿cuántos son? pregunta la dueña.
—Son diez, pero han dicho que igual eran cinco pero que llamarían para avisar.
—¿Y han llamado?
—No.
—Pues entonces son diez. Tú guarda para diez personas y al final ya veremos si son cinco.
—Ya pero ¿y si vienen cinco? Tengo a esta gente esperando para sentarse...
—¿Pero esta es Bárbara?
—No, esta es María, que son tres.
—Pues que se sienten en la mesa de Bárbara.
—¿Y si al final son diez?
—Dios proveerá.
María que son tres se sienta en la mesa de Bárbara que son diez. O cinco. La que se va a liar como sean diez, el sitio es minúsculo.
La dueña mientras tanto ha ido recogiendo las cuentas y tirando el cambio en el bote, un poco al tuntún. Se nota que es una profesional. La camarera vuelve hacia la barra.
—Jefa, ¿me pasa el cambio de la seis?
—Hmmmm espera.
Coge un platillo con unas monedas y se lo pasa. La camarera se va, vuelve.
—Que me ha dado el cambio de la dos.
—Cojones ¿qué he hecho? (Pues tirarlo al bote, que lo hemos visto).... Oye, que la seis no tenía cambio, que lo han dado justo.
—Que no, que le he traido dos cuentas y la seis tenía cambio.
—¡¡¡¡Es que me pones de los nervios, que vas como una moto!!! Que te piensas que soy una máquina, que vas tan rápido que no me das tiempo a pensar.
Mujer, que tiene usted seis mesas, ni que fuera esto el Palacio de la Hamburguesa. Y el menú es pizza o pizza, vamos, que no hay que ser un gran matemático.
Al final, cuando estamos acabando de comer, llega el grupo de Bárbara. Los cuento. Son diez, ni uno más ni uno menos. Claro, como no han llamado... La camarera se las ingenia para colocarlos, estrujando a todo el mundo, con las consiguientes protestas de la concurrencia. Uno se me sienta prácticamente encima así que decidimos irnos:
—Oye ¿me cobras? Es que nos vamos porque estoy incomodísima.
—Ya, ya lo he visto (como para no haberlo visto; si hasta mi acompañante tiene la visión de unos michelines que no son mios saliendo de mi espalda)
—Claro, y te ha dado igual. Y a tu jefa más.
Si la pizzeria les va mal, siempre se pueden dedicar a ganar concursos de a ver quien coloca más gente dentro de un seiscientos. Seguro que ganan.

Y para acabar el año….

Estoy esperando a una amiga en la calle y he llegado antes de tiempo así que me meto en una pequeña tienda de barrio a ver si encuentro unos calcetines.
—Mire, necesito unos calcetines negros, largos y de algodón.
—Sí. ¿Qué talla?
—La 40.
La señora se va a la trastienda y vuelve a los 5 segundos.
—Mire estos: negros, largos, de algodón, y van dos pares por 7 €. ¿Qué le parece?
—Pluscuamperfecto. Me los llevo.
—No necesita bolsa ¿verdad?
—No.
Le doy 10 €, me devuelve el cambio y salgo. En total habré tardado menos de dos minutos. Fantástico, increíble. Se merece una entrada en el blog.

Servicio complicado

Tengo hora en la pelu así que a las 2 en punto me presento. Detrás de mi, entra un chiquilín. La peluquera me atiende a mi primero.
—¿Tenías hora, no?
—Sí. Para color.
—¿Tu nombre?
—M.B.
—Hmmm, no te encuentro con tu nombre, pero bueno, hay una reserva de color. Siéntate que enseguida estoy contigo.
Luego le pregunta al niño.
—¿Y tú?
—Tenía hora a las 2 y cuarto. Para cortarme el pelo.
—Bueno, pues atiendo a esta chica que va a antes y luego a ti.
Me saco el abrigo, me pongo la bata, me siento.
—¿Qué te vas a hacer?
— Ah, claro, que con el ruido del secador no me has oído. Color.
—Ah sí, estaba apuntado en la reserva. ¿Qué color?
—Pues el de siempre.
—Es que no sé cuál es.
—Pues está apuntado en la ficha que tengo aquí desde tiempos immemoriales.
—Es que como tu nombre estaba mal en la reserva, no sé quien eres.
—Pues mira, yo soy yo, he venido unas 20 veces, y la ficha estará a mi nombre, digo yo.
—Ah.
Se va al ordenador.
—¿Cómo me has dicho que te llamabas?
—M.B.
—Claro, con ese nombre sí que te encuentro.
—Normal, a mi madre le pasa lo mismo….
Me aplica el color y se va atender al niño.
—¿Qué te vas a hacer?
—Mira, quiero que me lo cortes por aquí al 0,5, y luego por arriba más largo para que me lo pueda peinar con gomina, pero que no se note el cambio.
—Ay, no te entiendo.
—Sí, por aquí muy corto, casi rapado, pero por arriba no tanto para que me quede de punta, pero que no se note mucho el salto.
—Ay, chico, no sé que me dices.
Mujer, si lo entiendo hasta yo que no tengo ni idea. ¡Si es lo que llevan todos los niños hoy en dia, como Cristiano Ronaldo!
Se va a hablar con la otra peluquera y por lo bajini le dice que no lo entiende. Se lo explica de nuevo. Vuelve a la silla donde está el niño:
—A ver, ¿me lo vuelves a explicar?
Al final, se pone manos a la obra. Por el rabillo del ojo, voy mirando el resultado y sí, parece que lo ha pillado. El niño sale de la peluquería la mar de mono, con sus pelitos en punta y el cogote al 0,5.
La peluquera vuelve y me lava el pelo. En eso, aparece la dueña.
—Oye, ¿cuánto le cobras al niño que acaba de irse, ese que es tu vecino? ¿8 € o 12 €?
—Yo le cobro 8 €.
—Pues yo le he cobrado 12 €. Es que no entendía lo que me decía y además le he cortado a mano y a máquina.
Pobre niño, primero no le entiende y luego con el precio, le toma el pelo, nunca mejor dicho.
Acaba de lavarme y me pregunta.
—¿Cómo te lo seco?
—Lo más rápido posible, que tengo prisa.
Por fin estoy lista y me cobra.
—Son 33 €.
—¡¡¡33!!! Pero si siempre me cobras 20.
—No, mira, color son 20 y peinar son 13.
—Pero si no me has peinado, sólo me has pasado el cepillo con el secador. Eso no es un peinado.
Al final viene la dueña y me cobra lo que siempre me cobra. Mientras pago, oigo como mi peluquera le dice a la otra.
—Chica, cada día que me levanto tengo más canas. Por lo menos, dos nuevas cada día, que me las cuento.
—Pues te vas a tener que teñir, digo yo...
Eso, tíñete. Pero sobre todo no te atiendas a ti misma, no vaya a ser que no sepas quien eres, no entiendas lo que quieres, te apliques un color que no es el tuyo y te cobres un peinado inexistente,