Alcohólicos de granja

Después de una paella para cuatro, algo dudosa, regada con varias botellas de vino y una de cava, entramos en un bar vacío a tomar algo. Un hippy trasnochado, mezcla entre Papá Noël y Chanquete, deja el periódico que está leyendo y hace amago de atendernos, con la tipica cara de qué quieren estos pesados, con lo bien que estaba yo aquí tocándome la pera.
—Yo quiero un café y un agua.
Café no hay, sólo servimos alcohol. Y agua sólo sin gas, con gas no hay.
Buenoooo, vaya malas pulgas se gasta el hippy. Da igual, haremos unos chupitos.
—Pues entonces un gin tonic de Hendricks.
—Y yo un chupito de Cutty Sark con hielo.
—Cutty Sark no tenemos.
—Pues de Bells.
—Tampoco. Aquí sólo tenemos de Macallan para arriba.
Vaya. Ya he quedado como una pobretona, pero claro, yo partía de que quería un cafe descafeinado.
—¿Absolut tienes?
—Sí.
—Pues un Absolut con naranja.
—Naranja no tenemos. Aquí sólo tenemos alcohol puro, nada de naranja. Si queréis eso, mejor que os vayáis a otro sitio. Aquí sólo alcohol y por lo que pedís, vuestro sitio es una granja.
Claro, claro, la típica granja de desintoxicación de naranja.
—Mire, sabe qué, no se preocupe, siga leyendo el periódico que nos vamos. 
Nos levantamos del bar muertos de la risa: a nosotros que íbamos más bien cocidos, nos ha tratado como si fuéramos Heidi. Ni que hubiéramos pedido leche con colacao. Salimos del bar bajo la mirada despreciativa de Papá Noël.
—Adiós señor hippy. Que le vaya bien el negocio este tan lleno que tiene. Es que ahora una copa de metanol como que no nos va.

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