Eufemismos

La carnicería del barrio se caracteriza por una atención al cliente excesiva. Eso da lugar por un lado, a conversaciones cliente-carnicero de duración indeterminada, y por otro a largos momentos de espera,  que utilizo para tomar nota y evtar ponerme nerviosa.
Hoy cuando entro están atendiendo a la típica familia plasta, compuesta por papá-polito, mamá-falda-plisada y niño-zapatos-de-charol, la familia de manual de la familia perfecta. Ella está visiblemente embarazada y la carnicera se ha percatado:
―Oye, ¿no me digas que estás en estado de buena esperanza?
(=Espero que sea una barriga de embarazada y no de gorda...)
―Pues sí, sí. Lo estábamos buscando desde hacía meses no te creas, que ha costado lo suyo eh, y por fin ha salido.
(=Hemos estado dale que te pego, que este me tenia harta ya, anda que no tengo yo cosas qué hacer, y va y me quedo preñada)
Oye, pues qué alegría me das, de verdad. A ver si os toca la parejita ¿eh?
(=Ya, y a mi qué que estés embarazada, cacho cursi. Ah no, que el comentario cursi es mío)
Sí, sí, la parejita, me haría una ilusión tremenda.
(=Con lo insoportable que está el niño, las ganas que tengo yo ahora de tener una niña. Preferiría una piedra pómez)
―¿Y cuándo das a luz?
(=¿Y cuándo me empezaréis a comprar doble ración de hamburguesas?)
―Pues a finales de Septiembre. ¡Y que Dios nos coja confesados!
(=Vaya verano de mierda me espera)
Mujer, no te preocupes, ya verás. Que tienes un marido muy majo.
(=Mujer, preócupate, que te veo yo un poco p'allá y a tu marido un poco parado)
Ya, no, si lo digo por la crisis, que como yo no trabajo todavía y sólo hay un sueldo en casa...
=(A ver si te enrollas y me haces un descuento....)
Bueno, ya sabes lo que se dice, que los niños vienen siempre con un pan bajo el brazo.
(=Mira guapa, que te pases por la panadería a llorar un poco y a mi me pagas las chuletas, que yo no le fío ni a mi padre).

Imposturas

Llamo al médico para pedir que me anulen una cita y marco el mismo teléfono que marqué ayer cuando la pedí, un fijo normal y moliente.
—Aquí no es. Tiene que llamar al 902 5…
—Pero un momento, no puede ser. Si llamé ayer y era este teléfono al que acabo de marcar.
—Huy, eso es imposible.
—¿Cómo que imposible, si lo estoy viendo en su página web y dice “Citas por teléfono: 93 xxx”?
—Pues no, porque yo no tengo dónde pasarle. Yo no sé quién la atendería el otro día pero aquí no es.
—Pues me atendió un chico a la primera, y no creo que fuera un impostor, la verdad.
—A ver, yo no lo sé si era un impostor o no lo era, porque ya le digo, desde aquí no puedo pasarle a nadie porque esto es la centralita.
—Pues  vaya centralita más útil.
—Lo que quiero decir es que yo no puedo saber a quién busca, porque no tengo esa información.
—Ya se lo digo yo. Páseme con el despacho del Doctor Gutiérrez que está en la planta 3, según me dijo el supuesto impostor.
—Ah pues ya ve, en la planta 3 no le puedo pasar a nadie.
—¿Ah no? ¿Y eso por qué ? ¿No hay planta 3 o no hay nadie?
—Sí hay planta 3 pero ahí no hay nadie.
—¿Y ud cómo lo sabe?
— Porque lo sé, porque no hay nadie.
—¿Y en la planta segunda?
—Tampoco.
—Y ahora me dirá que en la centralita tampoco hay nadie.
—Oiga señorita....
—A mi me parece que la impostora es usted pero bueno, mire, déme el número que me iba a dar y acabamos esta absurda conversación.
Me da el número 902. Marco. "Bienvenido al sistema de citas telefónicas de la Clínica del Santo Milagro".  Hmmm, la verdad es que esto me suena....