Pastelera indirecta

Entro a desayunar a una pastelería panadería, con una gran oferta de todo tipo de bollos a cual más engordante.
―¿Qué te pongo?
―Un cortado y ….a ver qué hay…. un croissant.
―Muy bien, ahora te lo llevo.
Me siento a leer el periódico.
―¿Cómo quieres la leche?
―¿La leche? Natural.
―Sí, ¿pero descremada o normal?
―Normal.
―¿Sacarina?
―Ehh, ¡no! Azúcar.
Sigo leyendo mi periódico:
―Oye, que croissants no tengo.
―¿Cómo que no tienes?
―Que croissants ya no me quedan, si quieres uno pequeño…
―¡Pero si ahí tienes un montón de croissants!
―Ah bueno, pero son de mantequilla.
―Ya, pues eso.
―Pensé que querrías de los normales.
―No, no. Quiero uno de esos.
¿Me habrá visto gorda?

Fotochop para estiticistas

Al lado de mi trabajo hay una esteticienne, pesada como ella sola que no para de hablar, y en vez de depilar pelos parece que te esté depilando el cerebro. Cerebro ella, no tiene mucho.
Ahora tiene en promoción la "LipoCryo", para eliminar michelines y otras construcciones adiposas. Para convencer a las posibles clientas, ha hecho un "catálogo" de fotos de antes y después de víctimas anteriores.
La esteticienne hace gala de sus conocimientos con el ordenador:
―Mira, ven que te lo enseño , que tenemos aquí todas las fotos. Por ejemplo esta chica tenía aquí un michelín enooooorrme y mira lo maja que está ahora, la mitad del michelín ha desaparecido.
―¿Y la otra no?
―Es que a ella le hace falta otra sesión.
―Ah, ya veo. Pues qué bien.
―Y mira.... a ver si puedo abrir esta otra foto…. cómo se hacía…. ¡¡Ya está!! Ves, aquí también se vé muy bien, ¿ves las cartucheras éstas tan feas que tenía esta señora? Mira la diferencia (y amplía la foto para que se vea mejor).
―Ya veo ya, bueno, me lo pensaré. Hasta otra.
―Sí, piénsatelo, que esto es una maravilla. ¡Vamos a morir del éxito!
Salgo por la puerta y en ese momento oigo que dice:
―!Estoy más contenta! ¡Me estoy haciendo una experta en esto del Photoshop!

No mentirás

El último día en mi clase de Pilates, la recepcionista del turno de vacaciones se empeñó en llamarme Marta. La corregí pero no me oyó. Y la nueva instructora tampoco, así que durante toda la clase machacó a una tal Marta que, pobrecita, lo hacía fatal: ―Marta, estira los brazos. ―Marta, relaja hombros. ―Marta, ombligo dentro.
¿Para qué molestarme en decírselo? Con corregirme a mi misma ya tenía bastante.
Pero ayer tuve que llamar al centro para pedir un cambio de horario.
―Hola, necesito que me mires si puedo cambiar mi hora.
―Muy bien, ¿quién eres?
―Soy M.
―¿Quién?
―M.
―Hmmmm ahora mismo no te ubico.
―Que sí, M., que vine el sábado por la mañana.
―No, no, no sé.
―Que sí, que estuvimos hablando de las vacaciones….
―Anda, pero si de las vacaciones hablo con todo el mundo.
―Ya, claro…. Bueno, pues …hmmmm
¿Y ahora cómo le digo que me estuvo llamando Marta todo el rato y que pasé de corregirla?
―Oye, búscame en el ordenador, ya verás cómo sí que estoy.
―Pues no, porque ahora mismo está bloqueado, lo tendría que mirar en la libreta y la verdad, no me suenas.
―Pero si te digo que vine el sábado.
―No sé, viene tanta gente… y en la libreta no sales, no. ¿Seguro que viniste el sábado?
―Que sí, que vine el sábado, a las 11.
―A ver, déjame ver quién estaba a esa hora…. Aquí pone Elvira, Sonia y Marta, que se apuntó en el último momento.
―¡¡Esa, esa soy yo!! Es que yo creo que te equivocaste y me pusiste Marta, pero me llamo M.
―¡Qué va! Pero si yo sé perfectamente quién es Marta.
¡¡No me lo puedo creer!!
―Mira, ¿sabes qué? Luego me paso.
Es eso, o irme al Registro Civil a cambiarme el nombre.