A mi que me registren

El menú del hotel de la esquina tiene poca variedad, no es barato y el servicio es lamentable. Aún así, a veces por comodidad voy, hay poca gente y no se come del todo mal.
El camarero hoy está que se sale.
¿Podemos sentarnos ahí?
¿Sois cuatro?
No, somos dos.
Pues no. Esa mesa es para cuatro.
¡Pero si no hay nadie! 
Ya, pero por si acaso se llena.
No se va a llenar, hombre.
Pues si no se llena, por mi mejor. A la empresa no, pero a mi, me va mucho mejor.
Sí señor, con dos cojones.
Ya que no tengo sitio para dejar mi abrigo, le pido que me lo guarde en algún sitio. Desaparece diez minutos y vuelve, no con uno, sino con dos percheros, de esos que tienen varios ganchos, para los 40 abrigos que llevo puestos, claro. Un perchero lo coloca a la entrada del restaurante, el otro en medio de la sala, los dos lo más lejos posible de mi mesa. Le llamo.
¿Me puede colgar el abrigo, por favor?
Ah, sí, claro.
Se lo lleva y lo cuelga del gancho más cercano al suelo. El abrigo se queda arrastrando completamente. Olé tus huevos. Me levanto y lo pongo en otro gancho.
Después de un rato vuelve para tomar nota. De segundo hay lubina al horno, pechuga de pollo a la plancha, y solomillos de cerdo al roquefort. Escogemos el pescado y la pechuga. Al terminar los primeros, viene de nuevo y dice:
Perdonen eh. Es que se han equivocado y la lubina no es lubina, es dorada.
¿Y quién se habrá equivocado? El pescador que no ha atinado? ¿El que ha comprado el pescado? ¿El que ha escrito el menú? No se sabe. Cuando llegan los segundos, la lubina efectivamente es dorada (avisados estábamos) pero la pechuga llega nadando en salsa al roquefort. En este caso, no hay duda. Se ha equivocado la salsa y ha saltado de un plato al otro por error.
Llega el momento postre y el camarero nos trae el menú.
Pues dos de tarta de queso.
Tarta de queso no hay.
Mira qué bien. ¿Y qué hay?
De todo.
Hombre, de todo de todo no será...
De todo menos tarta de queso. Pero tenemos profiteroles, helado, yogur, fruta del tiempo....
Bueno, ¿y la fruta qué es?
Ay pues no lo sé, la verdad, quizás kiwi, mandarinas, naranjas, melón,….lo que viene del mercado....
Claro, claro como la fruta viene sola…. Luego si se equivoca por el camino como la lubina, a mi que me registren.

Medias piernas

Es indudable que cada uno tiene su propia vara de medir.
Hoy he ido a depilarme a otro chino del barrio. La señora empieza a depilarme con muy poca habilidad. Le he dicho medias piernas, pero ella ha debido pensar que son medias piernas empezando por arriba porque me llena la  el muslo izquierdo de cera:
¡Ahí noooo!  ¡Que te he dicho medias piernas sólo!
Sí, sí. Media pierna. (y señala el muslo)
Pero no esa media, ¡¡que no es que tengas que empezar por la mitad sino sólo de rodilla para abajo!!
Ahhh. ¿Aquí? (y señala todavía más arriba)
No, medias piernas es aquí.
Aaaaaaaaaaaaaaahh. ¿Yo quital? (y pone la mano en mitad de la plasta de cera que me ha puesto antes)
—Sí, pero hija, ahora ya es un poco tarde...

Suspicacia

Al aeropuerto, terminal del Puente Aéreo por favor.
—¿Qué? ¿A Madrid de vacaciones? 
—Pues no, no, a trabajar.
—Claro, si te fueras de vacaciones llevarías maleta.
—Claro...
—¿Y no llevas maletín para ir a trabajar?
—Pues no, no me hace falta.
—¿Ah no? ¿En qué trabajas?
En el sector de xjjasfj (murmullo algo ininteligible)
—¿En el aeropuerto?
—No, no, aquí.
—¿Así que te toca ir a Madrid a trabajar?
—Sí.
—Yo trabajaba ahí.
—¿En Madrid?
—No, mujer, en el aeropuerto. En la empresa XX, no sé si la conoces.
—No, ni idea.
—Pues está ahí, en el aeropuerto. Seguro que la has visto.
—No, de verdad.
—Oye, ¿y cómo no coges el AVE para ir a Madrid?
—Pues no sé. 
—Dicen que es mejor el AVE. 
—Pues hoy he preferido ir en avión. 
—Pero igual tienes que esperar.
—No lo sé, a ver qué tal.
—Bueno... Eso va como va.
O viene como viene, no te fastidia. ¡Y cállese ya, hombre!





Ommmmmmmm

Imposible Celestina

Empeñarse en encontrar novio para una amiga no es tarea fácil.
—Cariño, ¿no tendrás un amigo soltero para mi amiga Mo?
—Que va.
—Sí, hombre. Alguno de los de paddle.
—Que no, que dos están casados y con hijos, y el otro arrejuntado.
—Vaya. ¿Y tu amigo Juan Pedro no es soltero? ¿No está disponible?
—Tampoco.
—¿Pero por qué no?
—Que no, que está divorciado, y dos veces además.
—¡Pues por eso!
—No, que él pasa.
—¿Pero tú cómo lo sabes?
—Lo sé. Además un ojo le mira para un lado y el otro para el otro.
—Bueno, pero a mi amiga no le importará. Total para un quiqui....
—Que te he dicho que no, además él ya liga mucho.
—¿Cómo va a ligar mucho con esos ojos?
—Sí, porque está apuntado a clase de salsa y se ve que ahí se liga mucho.
—¿¿¿Ah sí???
—Sí.
—Un momento, ¿quién es Juan Pedro?
—¡Y yo qué sé!