Educación

Los días en que estoy de mala leche son caldo de cultivo a que todo me moleste.
En el autobús, me siento al lado de un señor. Al rato, dobla el periódico que está leyendo coge sus cosas y emite un sonido ininteligible.
—Grrrr pffmf.
—¿Qué quiere? ¿Que le deje pasar? Pues dígalo hombre, no hace falta que me gruña como si fuéramos osos en la caverna.
Joder, que no es tan difícil ser un poco amable. Que para eso hemos aprendido a hablar, digo yo.
El señor se baja. Un niño pequeño, casi un bebé, balbucea sentado en su carrito. Todo lo que ve y sabe decir, lo dice: mamá moto, mamá pato, mamá bus, mamá todo. Un poco pesao el niño este, que se calle ya.  Pero cuando la mamá coge el carrito para bajar, el bebé abre las dos manitas para despedirse de la concurrencia.
—Adiós adiós.
¡A ver cuánto le dura la educación!

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