A la orden II

Nueva comida en un restaurante vietnamita, esta vez más de postín. El menú está a 14 euros. El de degustación a 24, por si a alguien le interesa. Nos recibe un camarero joven, sobrio y elegante. Como hemos entrado cuatro de golpe, nos pone en un mesa de cuatro:
—Seremos cinco.
—¿Seguro?
—Hombre, pues sí.
Un poco a regañadientes, nos cambia de mesa. Será que no se fía... Nos pasa a una de seis y retira uno de los platos del extremo, dejando tres platos de un lado y dos del otro.
—Oye, mira, si acaso centra estos dos platos, así el que falta por llegar no se queda colgado.
Deja los platos en la mesa, parece que no nos ha entendido.
—No, no. Lo que te decíamos es que retires ese plato y pongas los otros d....
—!!!!!!!!!!!!!ES LO QUE IBA A HACER!!!!!
Joder, ¡cómo se las gasta el chico!
—Bueno, vale, haz lo que quieras, pero sin enfadarse.
Musita algo en vietnamita. ¡Caray con el camarero! ¡Pero qué mala ostia! Y parece tranquilo y calmado como un corderito. Nos quedamos calladitos. Hace el arreglo mesil, que tampoco es lo que le habíamos dicho, pero cualquiera le dice algo. Peligra nuestra integridad física y yo siempre pienso que luego me escupirán en la comida. Llega el quinto comensal:
—¿Dónde me siento?
—Mira, donde puedas. Pero ni se te ocurra preguntarle al camarero o te saca el Kalashnikov.

No hay comentarios:

Publicar un comentario