El taxista ha hecho amago de pararse sin esperar a que yo levantara el brazo y eso me mosquea un poco, pero ya estoy dentro.
— A Borrell, entre Mallorca y Provenza.
— Borrell Mallorca, de acuerdo. Por ahí la calle Borrel sube, ¿no?
Sin esperar a que se lo confirme, continua.
— Por que si fuera más abajo, la calle baja. Pero como es arriba, sube, así que nada, vamos pa’llá.
— Exacto.
— Pues oiga, que le digo yo que menos mal que va pa’rriba, que si llega a ser pa’bajo, menudo lío con las obras que hay…. Que ya no sabe uno por dónde ir. Que que no pasa ná y yo ya sé lo que hacer, pero menos mal que ma dicho Mallorca Provenza, porque me llega a decir Valencia o Aragón, y nos metemos en un lío gordo.... porque Borrel baja a partir de Aragón…
— Ya ya…
— … pero de Mallorca pa'rriba ya sube, y da la casualidad que ud vive ahí, y yo me sé el percal así que nada, que vamos bien...
— Hmm, sí...
— pero que si ud llega a vivir más abajo, tendríamos que dar toda la vuelta a la manzana para coger su calle, pero que no es su calle, porque ma dicho que va a Borrel entre Mallorca y Provenza, ¿no?
— Pues sí, eso he dicho sí…
— Pues nada no se preocupe, que vamos bien, que yo eso ya lo conozco, que el otro día ya pasé por ahí con otro cliente y me pasó lo mismo, vamos que no pasó ná, porque por suerte también vivía pa’rriba y lo dejé la mar de bien en su casa.
— Hmm, qué suerte…
Llegamos por fin. Son 8 euros con 70 y le doy un billete de 10.
— Oiga, ¿y no tendrá ud suelto?
— Tengo los setenta céntimos...
— No, no déjelo, que eso no me arregla ná.
— ¡Hombre, si le doy los setenta, usted me devuelve dos euros y ya está!
— No, no, que no, déjelo que yo ya me apaño, mire le doy 2 con 30 y en paz.
— Bueno bueno, pues no insisto, en paz me voy.
Cartelito doblemente disuasorio
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