Gente ocupada

Recibo un SMS de mi amiga Puri: Cenamos pasado mañana? Necesito consultarte algo.
Respondo: OK, no hay problema. Llámame y quedamos.
Ringgg: al día siguiente, suena el móvil. Estoy de trabajo hasta la punta de las cejas pero lo cojo porque es ella.
―Hola Puri.
―Hmm…. Hola.
―¿Qué tal?
―….
―¿Puri?
―Dime. ¿Qué?
―Bueno, dime tú. ¿No querías quedar mañana?
―…
―¿Eo?
Ruidos…. Es que estoy muy liada ahora mismo.
―Ya, yo igual.
―….. Sí…
―Sí ¿qué?
―Qué sí, que ya lo sé, pero es que estoy muy ocupada.
―Ya, pero es que yo diría que me has llamado tú, y no al revés.
―Buff. No sé…. Es que …. Pfff. Oye, mira, me pegas un toque cuando puedas, vale, mañana temprano o así.
―Que te pegue un toque. Yo. A ti. Cuando pueda.
―Sí, que es que voy muy liada y no me va bien hablar ahora, ¿sabes?
―Vale, mira, me lo apunto en el Outlook ahora mismo:. “A las 10 o así, si puedo, pegar un toque a Puri para preguntarle si le va bien hablar para que ella me llame para ver si quedamos porque quiere consultarme algo".

Hay gente difícil….

Súper Abuela

Los fines de semana vamos a desayunar a un bar de toda la vida, de los que siguen regentados por los dueños de siempre, en este caso una familia catalana, con el padre, la madre y dos hijos.
El sábado pasado, mientras degustamos unos estupendos bocatas de tortilla a la francesa, se sientan tres guiris jovencitos absolutamente pasados de rosca, con una pinta de no haber dormido en 48 horas, uno con una camiseta de la bandera americana, otro con una bandera americanas a guisa de camiseta, y el tercero sin bandera ni camiseta. Encima de la mesa, dejan una botella de cava que acaban de comprar en el súper. Sale a atenderles la dueña, una señora de 70 y tantos años, muy afable y dicharachera, que normalmente está escondida en la cocina:
—A ver chicos, ¿qué os pongo?
El más sereno de los tres, el de la camiseta, chapurrea en castellano:
—Una bocadilla de bacon, un otro de hamón, y un otro de queiso.
—Y de beber, jeje, veo que vais servidos ¿eh?
—Oh sí, sí.
—Muy bien, pues ahora os traigo los bocadillos pero os quiero tranquilitos, que este es un barrio muy tranquilo y aquí la gente viene a desayunar y no hacer el gamberro, ¿de acuerdo? No quiero ni oiros, y tú, jovencito, siéntate bien que esto no es una hamaca.
—OK, no preocupar. 
—Pues venga, a ver si es verdad. Os estáis calladitos y no quiero oir ni un sólo grito.
La señora se vuelve a la cocina. Los guiris se han quedado de pasta de boniato. No se esperaban un broncón semejante estando de vacaciones. El que va sin camiseta se queda traspuesto. La mujer sale al rato con los bocatas, los deja en la mesa y le pega un toque al que duerme:
—A ver, tú, niño, despierta. Ya te lo he dicho antes: aquí no se viene a dormir. Desayunas primero y luego si quieres te vas al banco y te duermes, pero aquí no, que esto no es el salón de tu casa,  y si tienes sueño, te aguantas.
—Eh..yes, yes, sorry. Nosotros bien, no pasa nada.
—Ah sí, pues venga a comer. Y nada de hacer porquerías ni de armar follones. Os estáis calladitos, os coméis el bocadillo que os hacen falta vitaminas, reponéis fuerzas, eh, que claro jeje, que si no habéis dormido en toda la noche cómo vais a estar, que os caéis al suelo, pero en mi bar o os comportáis como Dios manda o os marcháis.

Después de semejante bronca que les han cascado, la bandera imperialista ya no lo era tanto.